Hugo Vargas
-Don
Jacobo, ¿se acuerda de cómo estuvo el clima de aquel día?
-Pues
a mí me avisaron que soleado. Es que no traía app para checar.
El
uso de los medios comunicativos como voceros oficialistas y avales del actuar
del Gobierno en turno (sin importar la escala política en el que éstos se encuentren
o auto-definan) es una práctica tan común como preciada y útil sea para
defender lo indefendible que hacen lo ofensores.
Los
viejos heraldos de las plazas públicas que, sin importar la desecha voz,
echaban a grito las noticias por las calles para todos aquellos analfabetos, en
esos tiempos mayoría, que transitaban por allí, eran el medio único a través
del que los comunes pueblerinos podían enterrarse de las noticias, mayormente
eclesiásticas. También, los hermosos frescos italianos que mostraban las solemnes
y honrosas figuras de las personalidades más importante de la época, desde los
Medici hasta los Papas y los Reyes eran representados como grandes y hermosas
figuras que debían de ser respetadas, y se les atribuían frases poderosas como
“El Padre de la Patria” o las “Graciosas Majestades”.
Pasando
el tiempo dejamos atrás esos solemnes y artísticos medios para pasar, en épocas mucho más
recientes, al uso de la radio y la televisión como medios apologistas de la
verdad, de unos, de los que poseen el micrófono. Donde el mismísimo Ronald
Reagan echaba, cachetes afuera, condenas contra el espantoso comunismo, de la
misma manera en que Fidel Castro se pronunciaba en contra del Imperio Yanqui
cada que podía en la Plaza de la Revolución. Cada uno manoteando en distintas
plazas, contra distintos enemigos y distintos disidentes.
Es
indudable que los cachetes de Reagan eran distintos a las barbas de Fidel (no
solo en tiempo) respecto a la manera en que usaban la palabra. El
oficialismo mediático se conserva a través del autoritarismo o la intolerancia,
muy distintas éstas pero similares. La primera, ocupa y posee todos los medios
de manera violenta, negando la posibilidad de que alguien más hable. La
segunda, se encarga de que nadie desee hablar, que cuestionar a la mayoría sea
un signo de peligro u odio, y por tanto, digno de desprecio y rechazo. Así, vemos que en Cuba solo existían
(existen) 3 medios impresos oficiales; y en Estados Unidos ser llamado
socialista era (es) la mejor condena social para callar a alguien.
Esta
idea sigue y se propaga en los gobiernos, requiere de actualizaciones, obvio es
Rusia con RT: los Republicanos con Fox News: Venezuela y Cuba tienen TeleSUR;
México a… ¿qué medio oficialista posee?
Muchos
responderemos, naturalmente, Televisa, por mencionar la cabeza de la quimera. Un medio a través del cual se difunden de
manera masiva y endulzada las realidades del país. Un lugar donde las figuras
políticas allegadas puedan presentarse sin miedo a preguntas malvadas o
difíciles, una travesía publicitaria bastante agradable.
Sin
embargo, como digo, los frescos se vuelven papel y el papel cambia a imágenes
que son después transformadas a otra cosa que quién sabe qué sea pero es el
nuevo Heraldo, el nuevo lienzo, el nuevo televisor y lo que desee
transformarse.
El
internet, un medio que parece multipolar, abierto y carente de oficialismos.
Los discursos presentados allí son de toda índole, los intentos de censura son
bastante mal recibidos y bien combatidos.
La
magia de este medio consiste en los anónimos que pueden decir y hacer para
llegar a representar lo que los medios anteriores representaban, referentes
comunes de la vida pública en todos sus sentidos. Los hay desde la cultura
hasta la política, pasando por la comedia y llegando a las vanidades.
¿Qué
hacen los “antiguos” medios? Por instinto de supervivencia surge el intento de acercarse
como si nada pasara, con una forma interesante y atractiva, pero con los mismos
contenidos.
Así,
vemos el uso de espacios como Twitter para patrocinar algún partido o político
o lo que sea necesario. Usando sus figuras televisivas en los nuevos espacios
se pretende llegar Ocasionando no más que burlas sofisticadas.
Pero
las grandes cadenas comunicativas no tienen ese reconocimiento por ser pasivas
ante sus competidores, que ahora toman forma de memes, Trending Topics o burlas por parte de millones de usuarios,
bloggers o comunes habitantes del internet.
Usar
las figuras televisivas en internet no es tan útil como usar a esos anónimos faroles
de la opinión digital para guiar sus nuevas intenciones. Se han revelado listas
larguísimas de twitteros que, en distintos momentos, han enviado mensajes cuasi
redactados por el escritor de los espacios informativos del canal. No se trata
del vulgar “peñabot” que se denuncia en burla (y en serio), sino de auténticas
voces públicas que emergidos de la nada ahora pueden definir opiniones.
Y
estas prácticas se convierten cada vez en formas más sofisticadas de emisión de
mensajes. Han suscitado casos de entrevistas a figuras públicas que están
inmiscuidas en controversia, ellos ya no emiten, como solían hacer, un mensaje
en algún programa estelar de la cadena televisiva, sino más bien van con algún
YouTuber o bloggero a aclarar las cosas.
Exigir
que esto no fuera así sería, también,
negar el pluralismo que tanto agradecemos a la red, la petición de
censura a personajes que se prestan para este tipo de oficialismos no puede ser
a través de las mismas medidas que ellos (los viejos medios
institucionalizados) harían.
Lo
que se puede y debe hacer es exigir son medios abiertos negados a las mordazas.
Es difícil pensar que los antiguos italianos pintaran como aves de rapiña las
actividades de usura bancaria que
llevaban a cabo los Medici; o que un Herrado gritara que todo lo que se decía
era mentira o que Zabludovsky dijera que el Gobierno había asesinado y
secuestrado estudiantes.
Pero
es posible, y altamente deseable, que una entrevista sea combatida con ironías,
análisis, críticas o cualquier otra
forma de réplica. Que una exigencia a
Enrique Peña Nieto sea debatida con una nutrida defensa de éste, y que
quien desee defender al presidente tenga el derecho de hacer, aceptando la
posibilidad de ser debatido. En el “natural” desarrollo de la democracia es
impensable pensar que la palabra es de alguien, y que es imposible devolverla.
-Don
Jacobo, ¿se acuerda de cómo estuvo el
clima de aquel día?
-Pues
yo cheque, vi que nublado, me pidieron que dijera soleado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario