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Este es un blog colectivo sobre temas relacionados con el acontecer político de México. Agradecemos su visita y sus comentarios.

jueves, 11 de diciembre de 2014

La vida que se va





Por Mayra Karina Torres Ríos

A Vicente Leñero
(1933-2014)
A Vicente Leñero se le fue la vida, pero no en vano, al igual que Norma—personaje protagónico de La vida que se va (1999) —nos contó muchas historias, como ella, vivió muchas vidas en una sola.
En La polvareda (1959) y con La voz adolorida (1961), nos contó la historia de Los albañiles (1963), Vicente le sabía a la obra ya que en 1959 se graduó como ingeniero civil en la Universidad Nacional Autónoma de México, sin embargo se unió al gremio de Los periodistas (1978) y le dio rienda suelta a El garabato (1979), le hacía a todo solo le falto cuidar un Redil de ovejas (1972).
Se reconocía como católico, y en El evangelio de Lucas Gavilán (1962) nos narró de qué manera profesaba la religión.
Además de novelista y periodista fue también dramaturgo y guionista, ganó el premio Ariel en cuatro ocasiones, por Mariana, Mariana (1987) —adaptación de Las Batallas en el desierto de José Emilio Pacheco— por El callejón de los milagros (1993), por La ley de Herodes (1999) y por el Crimen del padre Amaro (2002).
Recibió importantes reconocimientos como el de Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral en 1963, el Xavier Villaurrutia en 2001 y en ese mismo año el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México en el área de Lingüística y Literatura.
El 26 de mayo de 2011 fue el ocupante número 4 de la silla XXVIII de la Academia Mexicana de la Lengua.
Se le fue la vida el pasado 3 de diciembre, tenía 81 años, y cáncer pulmonar.




  

Silencio, la sociedad está durmiendo




 Por Ignacio Duarte Escalera

Al caminar por los pasillos de la máxima casa de estudios de Guanajuato, se percibe una sensación de hambre de justicia, donde los profesores miran en los alumnos una esperanza de cambio, una luz de lucha que responde a la voz de la verdad; los estudiantes, están rodeados de información, inquietudes, de ganas de mejorar su entorno, y responder a las ilusiones depositadas en ellos. Es un panorama prometedor, los alumnos salen a las calles a luchar por una causa justa, los profesores apoyan dicha rebeldía, la sociedad responde de manera positiva hacia tal acto, clamando: ¡Justicia! Una voz fuerte y unida, que tiene el mismo objetivo y destino, un  país mejor. La esperanza de cambio se despierta en cada uno de los ciudadanos, el movimiento se hace más grande y al parecer, llegamos a la coyuntura que nos permitirá el cambio, el momento decisivo que estábamos buscando.

            El objetivo que parecía una utopía, estaba a unos cuantos pasos, a unos pocos sacrificios por parte de esa sociedad, que por fin estaba unida; el camino difícil ya había pasado: la apatía, la desorganización, la falta de información, el poco interés en cuestiones sociales. Todo indicaba, que el cambio que por tanto tiempo se consideraba innecesario e imposible, se consolidaría, resolviendo problemas actuales y dejando transformaciones permanentes.

            Pero había un problema: sacrificios. Al pasar los días, esa preocupación iba creciendo y el espíritu de lucha desvaneciendo, las personas vuelven a su vida cotidiana, tratando de solucionar sus propios problemas; los profesores, ya no reflejan ese apoyo que tanto ayudó a sus alumnos, están saliendo de ese sueño, que por momentos les permitió imaginar el cambio; los alumnos, desconcertados y dudosos, regresan a las aulas de clase, encerrándose en un mundo de libros. Silencio, la sociedad está durmiendo.

El titular de la Procuraduría General de la República (PGR), Jesús Murillo Karam, confirmó el 7 de diciembre del presente año, que entre los restos óseos encontrados en un basurero, ubicado en el municipio de Cocula, Guerrero, se encuentran los del estudiante Alexander Mora Venancio, uno de los 43 estudiantes desaparecidos el pasado 26 de septiembre en Iguala. También destacó que la investigación continuará, hasta dar con el paradero de todos los responsables del caso Ayotzinapa, declaraciones que suenan repetitivas desde hace meses, y en las que cada vez se prolonga más la espera de justicia. Las autoridades, siguen sin ofrecer un esclarecimiento de lo ocurrido, haciendo alusión, a que se hace todo lo posible por resolver el caso, y que es momento de superarlo. La última palabra estará siempre en la sociedad, tomando la decisión de aceptar esa respuesta, o despertar e ir en busca de la justicia.

“Resignación porque los pueblos, cuando tienen problemas, no son rebeldes. El que tiene que comer todos los días, no puede permitirse el lujo de perder, por un acto de rebeldía, un puesto de trabajo.”

Julio Anguita

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Y LO VOLVIERON A HACER









Por María Guadalupe Méndez Ortiz
Al tono de cóbrensela a Angélica Rivera no a los niños, llegadas las tres de la mañana del domingo 7 de diciembre, el TELETÓN cumplió la meta…

El pasado fin de semana la institución privada para la rehabilitación infantil, TELETÓN, celebró con éxito su programa de transmisión anual patrocinado por Grupo Televisa. Bajo un contexto en que la sociedad mexicana mira con recelo al gobierno irresponsable, fundación TELETÓN llegó a la meta estimada para la construcción de un CRIT en Baja California y el mantenimiento del hospital de oncología infantil en Querétaro.

            La imagen desgastada del gobierno federal por negligencia y nubosidad frente al caso de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa logró desestabilizar de manera sorprendente la credibilidad de la fundación. Mientras unos jugaban a desenredar las míticas relaciones de poder, otros más se jactaban al publicar los donativos en línea. Muy pocos reforzaron su compromiso con el TELETÓN “corrompidos” por la impotencia.

            La recomendación de la ONU que señalaba la responsabilidad del Estado en temas de salud e infancia aunada la ausencia de Lucero, pasaron desapercibidas en medio de las declaraciones de Eugenio Derbez y Carlos Loret de Mola. La molestia era evidente; el hartazgo social por los fenómenos de corrupción e impunidad del gobierno, la tensión por no alcanzar la meta y las constantes críticas cibernéticas.

            Las especulaciones sobre el rompimiento de la colusión entre la cadena televisora y el presidente Peña no se hicieron esperar. Ya no se trataba de si la fundación era producto de una red de corrupción, o si las empresas estaban donando para evadir impuestos (el canto anual de las redes sociales). Si había que vender algo la nota de la semana serían las declaraciones sorpresa de los conductores, en horario estelar.

            En fin, me parece que la sociedad se resiste a madurar. Ni proteccionismo ni irresponsabilidades; entonces qué queremos. La evasión de impuestos por instituciones privadas, la malversación de fondos o el quitar responsabilidades al gobierno no son justificaciones para marginalizar a los menores. Como sociedad también tenemos responsabilidades; la protección y el desarrollo integral de los niños, la familia, los ancianos, los jóvenes, los padres, profesionistas y estudiantes.

            Una sociedad que demanda la atención del gobierno para la satisfacción de los derechos humanos básicos, no delega responsabilidades. Si el gobierno no está preparado, despertémoslo. Si la sociedad no se siente preparada, revivámosla.

            Durante dos días formamos parte de un TELETÓN cansado y de una sociedad asqueada por la inhabilidad gubernamental incapaz de tender lazos de solidaridad. Yo no veo a donde queremos llegar si aprendemos derechos humanos para pasar una materia o posicionar los discursos políticos.

            Ay México, me desesperas.





AÚN TENGO FE EN LA HUMANIDAD


Por María Stephanie Padilla Márquez



El otro día mientras le compraba una dona a Doña Cuca la escuché quejarse de la inseguridad que había en Guanajuato. Se refirió particularmente a los “mapaches” -seguramente una pandilla- y todo tipo de vandalismos que habían cometido.
            Mientras desayunaba vorazmente mi dona, venía cavilando en que yo nunca he tenido problemas con los cholos, incluso cuando vivía en Sonora y asistía una escuela técnica me gané la protección y obtuve su aceptación. Varias veces fui convocada a caerle al cantón y echarme unas kiwas (en la región noroeste del país es un término utilizado para referirse a las mentadas caguamas).
            Guanajuato, a mi parecer, es una ciudad completamente medieval y no me refiero a su apariencia. Tan solo es necesario cruzar por lo túneles y examinar la cantidad de líquidos y olores que emanan para contraer la plaga bubónica.  
            Alguien hágale saber a Marx que Guanajuato no ha transitado del feudalismo. En mis travesías por la ciudad me he percatado de los “feudos” del underground parking. Y bueno así fue cómo llegué a conocer al “Gárgolas”.
            Iba tarde para mi clase de Sociología política me urgía encontrar estacionamiento y entre más cercano a la Universidad, mejor. Encontré un sitio y cuando emergí del auto advertí que solamente era zona de carga y descarga. Entre la letanía de infamias que exhalaban de mi con el rabillo de mi ojo percibí la presencia de un sujeto. Pantalones de mezclilla holgados, un trapo color carmesí, una cabeza pelona y una gama de tatuajes esparcidos por sus brazos, ¡Santa Madonna!.
            Se acercó a mí, con una dentadura terrible, un joven de alrededor de 18 años (después me contaron que tiene 15). Después de una breve interrogación de mi parte me replicó: “¡Güera, déjame las llaves del carro, yo se lo estaciono!”. Ni madres, pensé, disculpen mi lenguaje soez. Luego me explicó que varios funcionarios públicos acudían a él para hacer lo mismo. Me suplicaba, “¡Mire, yo soy de fiar, aquí ya me conocen!”.
            Yo no sé si carezco de sentido común, o si de plano soy muy inocente. Sentí algo ineludible en confiarle mi coche a un completo extraño con un tatuaje de “Mapaches Rifan”. Había algo absolutamente transparente acerca de su porte y sincero en su sonrisa desdentada.
            En el nombre sea de Dios diría mi abuela, le entregué las llaves y él me dio su número de teléfono. En cuanto lograra estacionar mi auto me contactaría para darme las llaves. Observe cómo el “Gárgolas” arrancó al son de Julion Álvarez y ascendí del túnel.
            Mientras me encaminaba hacia la Universidad una emoción de lamento atravesó mi mente y porqué no mi cuerpo también empecé a sudar como mujer de la vida galante en confesionario.  
            Pensé, le daré máximo una hora para estacionar el carro e iré por las llaves de inmediato. Para no hacer la historia larga, le marqué después de dos horas que para mi fueron una eternidad. Me imaginé todo tipo de atrocidades, me imaginé a toda la pandilla de  mapaches incursionando la ciudad bajo el efecto de elementos narcóticos. ¿De qué manera les explicaría a mis padres semejante idiotez? Estefania, pensé, eres infamemente estúpida. Cómo si la adrenalina no permitiera otra acción en mi cuerpo salí galopando por todo Guanajuato y baje por las escaleras sin importar que los líquidos que contienen la plaga bubónica me salpicaran.
            Y bueno, con el corazón que se me salía por la boca, restauré mi fe en la humanidad. En la esquina de aquel túnel medieval que estaba embarullando la próxima peste negra estaba Luis, El Gárgolas, con su trapo color crimeo al son de “Con el coco rapado” de Cartel de Santa sacándole brillo a la parrilla del coche.
            Hoy en día tal como en los tiempos medievales hay caballeros y bárbaros. Caballeros en términos de honor y  valor. La cuestión recae en reconocerlos para no caer esclavos de los cánones sociales, en tener un poco de fe en la humanidad.


martes, 9 de diciembre de 2014

El gobierno que queremos, el gobierno que merecemos



Por Jacob Alejandro López Vieyra
“La historia de México es como la biografía de un sujeto clínico; sus conflictos históricos se pueden resolver, o al menos entender, a base del análisis debido”.
Octavio Paz

Una noche, cuando salí de la facultad y esperaba tomar el penúltimo autobús rumbo a mí casa pensaba: ¿qué sería de México si no tuviese el gobierno que tiene? Acaso ¿las cosas serian peores? O bien, ¿todo estaría mucho mejor? Cuando llegó el autobús me apresuré para tomar un asiento, justo después de mi venia una ancianita que decidió sentarse a mí lado y comenzó a conversar conmigo, por respeto a su edad tomé mis audífonos y los coloque en mi mochila.
            De un instante a otro, comenzó a hablarme del clima, de sus hijos, de su vida, entre tantas cosas, y por extraño que parezca terminamos hablando de política, hasta llegó a hacerme un comentario bastante curioso, ella dijo que su anciano esposo cuando vivía le decía que con el gobierno que tenemos si se alzaran otra vez para la revolución el agarraría su pistola y se iría con aquellos que se levantaran. Esto me recordó a algunos compañeros, que conforme a lo sucedido en los últimos meses en México (estudiantes desaparecidos, cuerpos mutilados hallados por docenas dentro de fosas, políticos relacionados con el crimen organizado, el precio de los hidrocarburos cayendo lentamente, etcétera) han dicho, con la mayor de las firmezas: hay que cambiar al país, hay que levantarnos en armas; a lo que yo siempre les pregunto: ¿sabes sostener un fusil? ¿Sabes dispara un arma? ¿Sabes matar a un hombre?
            Coincido con ellos en que es tiempo de cambio, sin embargo, no estoy dispuesto a ver sangrar a mi pueblo, somos el legado de un pueblo que terminó una independencia e inició una revolución, continuó con una guerra entre el Estado y los allegados de la iglesia católica, años más tarde, hasta nuestras fechas continua una batalla que el pueblo no puede ganar contra los grupos criminales, extorsionistas, secuestradores y contra sí mismos.
            Estas preguntas, por el tipo de pueblo que merecemos, me recuerdan aquella vieja historia de un monje tibetano que viajo intentando cambiar el mundo, al notar que no podía cambiar el mundo intentó cambiar su país, y por supuesto no lo consiguió, así que optó por intentar cambiar su estado, pero tampoco tuvo éxito, determinó entonces cambiar su comunidad y esta vez logró un poquito de éxito, sin embargo, ya era muy viejo cuando esto ocurrió y en ese momento el monje descubrió que antes de cambiar al mundo entero primero tenía que cambiar el mismo. Creo que México corre la misma suerte con tantas personas que marchan en favor de la justicia social, en favor de un mejor país, un mejor país no se exige, un mejor país se construye, pocos son los que dicen que para cambiar México no hay que cambiar al gobierno, hay que cambiar todos.
            Somos una raza fuerte llena de hombres apasionados y trabajadores, muy ingeniosos y valientes.
            Lamentablemente, mientras en México no cambiemos nuestros malos hábitos como nación no conseguiremos mejorar al país, porque aunque queramos o no la culpa no es sólo del gobierno o de Peña Nieto, la culpa es de todos.

¿Qué ha quedado?



Por Paola Virgen

Otra vez ha quedado en entredicho el viejo estigma que se tiene de los manifestantes "esa bola de revoltosos que mejor se pongan a estudiar", porque en 2014 los estudiantes volvieron a salir a las calles. Ante una la situación tan crítica como la que se está viviendo el país no solo los estudiantes se manifestaron, personas que siempre se habían dicho "desinteresadas por la política" dejaron su estado de apatía.
Cada vez resulta más común y frecuente que al abrir el periódico, al checar los temas frecuentes en alguna red social nos encontremos con asesinatos, secuestros, gente que "desaparece", cuerpos en basureros, bebés quemados. Sin darnos cuenta nos habíamos acostumbrado a que estas cosas pasaran porque no era algo cercano o algo que nos afectara.
En estos días todas partes del mundo llegan a México mensajes de apoyo en la lucha, por todas partes se escuchan consignas pidiendo la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto a lo que él solo responde que es tiempo de superar lo ocurrido, y si bien, puede ser que no se esté superando, indudable es que se la fuerza de las movilizaciones se esta dispersando.
¿Qué vamos a hacer? Es la pregunta, y respuestas hay tantas como inconformes con la situación. Entre "anarquistas" que dan discursos en templetes, "comunistas" que quieren la caída del Estado e "institucionales" que gritan que el gobierno se tiene que morir, cuesta mucho encontrar claridad; no es necesario que el gobierno emplee sus instrumentos de dominación para impedir la cohesión de los movimientos sociales pues con las etiquetas autoasignadas y el sectarismo, estos pueden diluirse por sí solos.
Esta efervescencia ha servido para que nos diéramos cuenta de que nos gobierna quien nos gobierna porque entre ellos si logran ponerse de acuerdo, saben lo que quieren y el modo de lograrlo. Mientras que en los movimientos sociales no logran organizarse ni encausar su fuerza... mientras que no se logre unificar sin importar el color o "a qué equipo le vas", el resultado no va a variar en lo absoluto.
Aunque el movimiento no logre cohesionarse, hay esperanza porque algunas cosas han cambiado, muchos de los mexicanos y mexicanas han dejado de tener fe en el gobierno pues la realidad no está de acuerdo con las cifras y datos que desde "arriba" se manejan, no cumplen con sus funciones y creen que no hay ningún problema, mienten y creen que creemos, roban y creen que no nos damos cuenta, matan y creen que no nos importa.
Después de tantas manifestaciones; paros, bloqueos, marchas... ¿Qué ha quedado? Una ciudadanía cada vez mas consciente, personas que cuestionan, que ya no se callan ante las injusticias, que están dispuestas a dejar la apatía aunque sea solo en caso de ser necesario, que están dispuestas a afrontar el miedo, personas que ya no piden, exigen justicia.

Pan y circo navideño






Por Mónica Aguilar Vázquez 

Es triste darte cuenta que una ola de personas con poca o ninguna experiencia, son quienes están gobernando tu municipio. Resulta muchas veces cómico, todos los spots que realizan sobre las grandes obras o el cambio que han realizado en el municipio, porque recordemos “Vamos más allá”.
En días anteriores cuando llegaba a Dolores Hidalgo Cuna de la Indipendnecia Nacional, el cual era percibido como un lugar tranquilo donde aún no se veía tanto la violencia que se vive en muchas otras partes del país, sin embargo cuando abres los ojos y te das cuenta de la triste realidad terminas desilusionándote. Dolores ya no es el mismo municipio que era antes, ahora el número de secuestros ha incrementado día con día; los asaltos ya no ocurren en la noche o en la madrugada, ya son a plena luz del día y a mano armada. Después de saber esto, me pregunté: ¿dónde está la policía? ¿Por qué las autoridades municipales no han hecho nada al respecto?, o mínimo, ¿Por qué no informan a la ciudadanía sobre lo que está pasando?
Me percaté de que muchos ciudadanos están cansados de que el gobierno no hace nada para combatir estos problemas; han sido varias las protestas que se han hecho en frente de la presidencia municipal para exigirle al alcalde Adrián que atienda las verdaderas necesidades de la ciudadanía y deje de hacerse de oídos sordos y de la vista gorda.
Pero, mientas tanto, ¿qué está haciendo el ayuntamiento de Dolores? Crear buenas funciones de circo y dar pan a todos. A diario vemos como la página oficial de Adrián sube fotos sobre las “grandes” obras de ayuda, inauguración de calles, visita a escuelas, donación de alimentos y cobijas, etcétera. No digo que esto esté mal, pero él y su equipo deben recordar que son muchas las demandas de la ciudadanía y deben priorizar.  Ahí está el caso, de los adornos de navidad y la pista de hielo que pusieron, a mi parecer creo que está de más el gasto excesivo en los adornos, cuando se pudo reutilizar los de años pasados, los cuales seguían en buenas condiciones; que decir de la pista de hielo, me pregunto: ¿para qué una pista de hielo cuando un 45% de las calles del centro histórico están cerradas o en reparación?  Es ilógico poner una pista de hielo en el jardín principal cuando el acceso es complicado, pero en fin, ellos dicen ser los expertos.
Solo esperamos que, los próximos candidatos, así como sus respectivos equipos se pongan realmente a trabajar, y no vuelva a ocurrir que nos quieran llenar de falsas promesas, digo, ¡Ya basta de pan y circo! Ya basta de seudo funcionarios que solo buscan incrementar sus riquezas personales olvidando que si están ahí es gracias a los ciudadanos que les dieron su voto de confianza.
Y bueno, como diría el lema del ayuntamiento, ¡Vamos más allá y Trascendamos juntos”, lo aplicaría para que los ciudadanos dolorenses despertaran y no siguieran siendo parte del circo creado.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Los condenados de la tierra


Por  Hugo Iván Vélez



La maquinaria de dominación  ideológica se ha echado a andar nuevamente, esta vez con mayor ferocidad. Los medios de comunicación tradicionales, aquellos que logran penetrar la existencia de la mayoría de la población, son los únicos que pueden hacer posible que la muerte de un hombre se convierta en un circo mediático. Y, ¿qué es la muerte de un hombre? Me dirá usted,  la muerte de un hombre contestaría yo, no sin temor de las miradas caninas que arrojan espuma blanca de sus hocicos, es la muerte de miles de circunstancias, el fin de una historia, de un rostro, de miles de acciones que encontraron su trama en un laberinto de tiempo y espacio. Entonces, si la muerte de un hombre representa todo eso, repondrá usted, si cada hombre es valioso,  ¿qué hay de los miles de desaparecidos en México?, ¿qué hay de todos los restos humanos calcinados en las fosas clandestinas?  ¿No fueron ellos, acaso, hombres alguna vez? ¿El sufrimiento de los familiares de los 43 normalistas desaparecidos y de los asesinados es, pues, un sufrimiento sin valor?
            En nuestra sociedad contemporánea, como decía un buen profesor, lo que no aparece en los medios de comunicación no existe. No hace falta nombrar a las cadenas televisivas que dominan el mercado de telecomunicaciones en México y que hacen posible lo que Max Horkheimer y T.W. Adorno denominaron el ocio administrado. Un verdadero aparato de dominación al servicio del poder, para usar la terminología de Louis Althusser.
No cabe duda de que estas cadenas televisivas han hecho todo lo posible para que el movimiento social y el sufrimiento generado por los atroces eventos de Iguala en Guerrero, decaiga, se esfume en el olvido de los que a diario encienden la televisión, convirtiéndolo de esta manera en un sufrimiento sin valor, invisible. Y es que, al criminalizar las acciones emprendidas por la sociedad civil, al recurrir a la manipulación mediática como forma de preservar el statu quo, al reprobar las protestas como formas de desestabilización política y social; los medios de comunicación dominantes son los que, junto con las fuerzas del orden, ponen de rodillas al pueblo, esa masa abstracta que solo tiene valor mientras siga consumiendo sus productos televisivos. Al final, se trata, como decía Gramsci de  egemonia corazzata di coercizione.
En verdad, siempre me he sentido asqueado de la forma tan banal en que hacen periodismo, en que comunican hechos, noticias, reportajes. Yo no tendría el valor suficiente de comunicar  hechos tan atroces como las masacres sistemáticas que ocurren en el país, dar noticia de cuerpos desmembrados, calcinados, reducidos a cenizas negras, cuerpos que no se asemejan a seres humanos ya, para  posteriormente pasar a la sección de deportes con una sonrisa en el rostro. Como si ese hecho ocurrido ya y sus consecuencias, desapareciera en el mismo instante en que ha sido pronunciado, como si ese hecho tuviera dentro de sí su propia muerte como necesidad interna.
La estrategia del gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto había sido desde el principio muy clara, ésta consistía en: no comunicar a la sociedad la situación real del país en materia de seguridad. Creía, con vigoroso fervor, que bajando el nivel de comunicación la problemática se resolvería por sí sola. Grave error, pues la realidad ocultada estalló como volcán en erupción al grado de que los hechos comprueban empíricamente que su programa nacional de procuración de justicia ha fracasado, la situación es de tal magnitud, que por  primera vez en la historia como lo reconoce el propio gobierno, ha tenido que intervenir la comisión interamericana de derechos humanos.
En suma a la crisis de representación política en  que está inmerso el país, el discurso del  pasado jueves 27 de noviembre resulta revelador en la medida que demuestra que la política pública impulsada ya en 2012, en materia de seguridad no había sido prioridad, lo prioritario para el presidente, según lo demuestran sus acciones y las de su equipo, ha sido la imagen proyectada al exterior con sus “reformas estructurales”, con la vieja pretensión priista de que México es un barco que está saliendo a flote y que ya vislumbra el horizonte de la modernidad.
Esta negación sistemática de la realidad mexicana, hace  posible que el presidente y su gabinete, al igual que los partidos políticos que sólo velan por sus intereses de casta, nieguen la realidad del otro, del desposeído, del sin voz, del que tiene que ser tratado como un hijo y del cual el padre vela por su futuro, forma más brutal de despotismo no existe. Sin embargo, esa gran  quimera de crecimiento y de prosperidad que prometen no existe, ni existirá, mientras se siga con el actual modelo económico neoliberal que concentre la riqueza nacional en unos cuantos. Para los condenados de la tierra el progreso no es algo tangible ni visible en el horizonte, si hay algo que en verdad se experimenta en esas comunidades rurales es la miseria y el olvido. Les ha sido arrancada la lengua y esta sangra y se retuerce en la caliente tierra que es incendiada por el sol. Esta lengua históricamente fue devuelta por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, pero hasta la fecha las condiciones en que viven esas comunidades indígenas y rurales son de extrema pobreza, de marginación, en amplio contraste con la vida de reyes en que viven los políticos mexicanos. Los nuevos virreyes, así es como denomina Leo Zuckermann a los gobernadores del México actual.
Yo no estoy en contra de los homenajes a artistas que mueren. Estoy en contra de que los medios de comunicación cuyas transmisiones llegan a la mayor parte de la población no asuman su compromiso con la sociedad, el no dar seguimiento, como se lo dan a cuestiones intrascendentes como espectáculos deportivos u otras banalidades, a las decenas de fosas que se están descubriendo en Guerrero y en otras regiones del país. Esta tarde escuche en la televisión, en la transmisión dedicada a la muerte de Roberto  Gómez Bolaños, a una conductora a la que se le  preguntaba cuando seria el entierro, ella contestó que probablemente al día siguiente, porque el cuerpo tenía otro evento que cumplir. Con esa simplicidad y abyección se aborda la muerte de un hombre en México. Se hace del dolor ajeno una forma de mero entretenimiento. ¿Y los otros?
Tal pareciera que el valor y la dignidad de un hombre en México en estos tiempos se mide por su capacidad o influencia en los medios de comunicación, cuando se es un artista o se es influyente todos los recursos para hacer de esa muerte digna de congoja nacional, cuando se es un olvidado, como el título del filme de  Luis Buñuel, que aún sigue vigente, cuando se es un condenado de la tierra, sólo se puede aspirar a ser un dato más de las estadísticas, si es que no has sido pulverizado por el fuego, reportado como desaparecido, o simplemente enterrado en una fosa clandestina.